Análisis de Berserk and the Band of the Hawk

Omega Force desarrolló, uno arriba, uno abajo, siete juegos a lo largo de 2016.

Kentaro Miura terminó por fin un tomo de Berserk el año pasado. Era el primero desde 2013.

En cualquier caso, lo del musou de Berserk tiene sentido. En las páginas del manga es habitual encontrar a su protagonista, Guts, enfrentándose sin ayuda a cientos de mercenarios, demonios, espíritus malignos o cocodrilos con lanzas. La premisa de este tipo de juegos, lo de convertir el «yo contra el barrio» en «yo contra varias ciudades», se nota aquí menos forzada de lo habitual; si hay que liarse a espadazos, por lo que sea, mejor hacerlo con Guts.

La conexión es tan evidente, de hecho, que uno empieza la partida dispuesto a olvidar ese montón de títulos desarrollados a partir de la misma plantilla. Y aunque las limitaciones de la fórmula no dejan nunca de ser evidentes –son tantísimos los enemigos en pantalla que necesariamente deben ser peleles inútiles–, durante un rato se imponen las virtudes: hay un atractivo incuestionable en el combo de 9999 Hits, en el poder desmesurado, en lo de ver cómo docenas de puntitos rojos desaparecen del minimapa al hacer un ataque especial.

A partir de ahí, sin embargo, nada más. Berserk and the Band of the Hawk no se preocupa ni un poquitín por amortiguar el brutal golpe de la monotonía. El diseño de niveles es casi inexistente, de modo que un sistema de combate especialmente simple queda todavía más recortado: si el objetivo es siempre cargarse a un número determinado de enemigos igualmente pasivos, la manera más eficiente de hacerlo es siempre usar la cadena de ataques con mayor alcance. Cuadrado, cuadrado, cuadrado, triángulo. Una y otra y otra vez. Hasta que subes de nivel y desbloqueas una variante nueva. Ahora es cuadrado, cuadrado, cuadrado, triángulo y triángulo. Todos esos golpes van llenando el correspondiente medidor de cabreo, claro, que una vez al máximo nos permite incrementar el daño durante unos instantes y hacer subir otra barrita que, esa sí, es la que permite soltar un guantazo especialmente devastador.

Tampoco la posibilidad de controlar a Zodd, Griffith o Schierke consigue ser un aliciente destacable. El modo Endless Eclipse pretende que apeles al fanservice para desbloquear distintas apariencias con todos esos personajes en una sucesión interminable de escenarios reciclados. Va a ser que no: llegados a ese punto, no podría ser más evidente que esto no es un juego para fans de Berserk. Es, si acaso, para fans del musou.

Lo frustrante, como tantas otras veces, es que no pedíamos mucho. Claro que me acuerdo de los de siempre, de CyberConnect2, más por su Asura’s Wrath que por los Naruto, pero sé que varios estábamos dispuestos a conformarnos con menos. Con un algo de cariño, de respeto y de trabajo. En algunas viñetas de Berserk hay más de eso que en todo este juego. Al final, como casi todo, es una cuestión de tiempo: Hay formas peores de perderlo, desde luego, pero Berserk and the band of the Hawk no sirve para mucho más que eso. [5]